LA DINASTIA HERODIANA
EL ORIGEN DE LA PODEROSA DINASTÍA
HERODIANA
Por Alice Ariadna M.G.
Muchos nos hemos preguntando de dónde
provienen Herodes el Grande y toda su dinastía la cual tuvo gran poder por
muchos años marcando de modo importante la historia de Judea, apareciendo sus
nombres en el Nuevo Testamento y en los escritos de diversos historiadores de
la época como Flavio Josefo, Filón de Alejandría, Tácito, Dión Casio, Plutarco,
Suetonio, entre otros.
Pero, además de los aportes de los
historiadores y autores de la época romana, el día de hoy también contamos con
las investigaciones que se han hecho en los últimos cien años en materia de
arqueología, estos descubrimientos científicos han recabado datos fidedignos
sobre la vida de las personas en aquella época.
Después de este breve preámbulo, entremos
en materia. ¿Cuál es el origen de Herodes I, llamado «El Grande» y considerado
el rey más importante de la dinastía herodiana, el cual gobernó sobre extensos
territorios sin ser verdaderamente judío? ¿A qué se debió su enorme poder sobre
la zona?
Comencemos mencionando que este hombre,
fue hijo de Antípatro, «primer ministro» del rey asmoneo Hircano II. Como se
dijo anteriormente, no era judío de origen, sino idumeo.
Edom o Idumea era una región del Levante
mediterráneo, ubicada al sur de Judea y del mar Muerto, habitada tradicionalmente por el pueblo
semita de los edomitas o idumeos quienes fundaron el reino de Edom al sur de la
actual Jordania, posteriormente emigraron al sur del Reino de Judá; según el
historiador Flavio Josefo, unos 20 000 idumeos tomaron partido junto a los
zelotes en la defensa de Jerusalén durante el asedio romano del año 70 d. C.
Esta es una de las últimas menciones históricas a los idumeos como pueblo.
Se consideraban descendientes de Esaú, el
hermano del patriarca Jacob, aunque, muy cercanos al pueblo de Israel no eran
judíos. Siempre se mostraron hostiles hacia el pueblo de Israel, una actitud
que también caracterizaba a los Herodes. Tras la invasión babilonia y la
destrucción de Jerusalén, buena parte de los edomitas pasaron al occidente del
valle del Arabá y se instalaron en la antigua tierra de Judá, migración que
continuó en tiempos sucesivos por la presión de los nabateos en territorio
edomita.
El historiador Josefo señala que durante
el gobierno de Juan Hircano I (134-104 a. C.) (descendiente de la familia judía
de los Macabeos) éste conquistó la región de Idumea, forzó a sus habitantes a
circuncidarse y observar la ley judía si querían permanecer en sus tierras. Así
que, los idumeos se convirtieron al judaísmo por la fuerza, mas no de corazón
durante el siglo II a. C. Esto explica el por qué Herodes el Grande invirtió
tanto en el templo en Jerusalén a pesar de mostrar, al mismo tiempo, una vida
completamente ajena a la ley.
Los edomitas fueron gradualmente
integrados en la nación judía, y algunos de ellos lograron altos cargos. En los
tiempos del rey judío Alejandro Janneo (103-76 a. C.), hijo mejor de Juan
Hircano entre los hombres idumeos convertidos al judaísmo existía un hombre
ilustre, respetado entre su gente llamado Antípatro o Antipas (contracción del
nombre anterior). Era un personaje dotado de las cualidades adecuadas como para
que Alejandro Janeo le nombra gobernador
de la nueva provincia judía. Este Antípatro es el padre del Antípatro de quien
ahora hablaremos, y, por tanto, abuelo de Herodes.
Al morir el rey Alejandro Janneo, el trono
de Judea lo ocupó su viuda Salomé Alejandra (76-67 a. C.), quien por su
condición de mujer no pudo desempeñar el cargo de sumo sacerdote, cediendo el
título a su hijo menor Hircano II, limitándose ella en el poder civil, entregándose
plenamente en manos de la facción político-religiosa de los fariseos. Sin
embargo, el personaje clave de este reinado, como continuará siéndolo también
después hasta su muerte en el 43 a. C., fue Antípatro, hijo del antiguo
gobernador de Idumea. Parece que ocupaba ya el cargo de su padre tras la muerte
de éste hacia el año 70 a. C. Hombre fino y astuto, de gran perspicacia en el
planteamiento de los problemas y de enorme habilidad para resolverlos,
Antípatro fue la sombra protectora que siguió velando por Hircano II a la muerte
de su madre Salomé Alejandra, pues éste era de carácter indolente, que huía de
los problemas, buscando simplemente el confort y el buen vivir, todo lo
contrario a su ambicioso hermano menor Aristóbulo quien tras el fallecimiento
de su madre no aceptó su testamento, y buscó apoyo en los saduceos, el partido
contrario al de su madre.
Así fue como Antípatro, padre de Herodes I el Grande, se convirtió en el asesor
jefe del asmoneo Hircano II y mantuvo una buena relación con la República
Romana, que en aquel tiempo (63 a. C.) extendió su influencia sobre la región,
siguiendo a la conquista de Siria, y la intervención en la guerra civil en
Judea por el poder entre los hermanos Hircano
II y Aristóbulo.
Antípatro se casó con Cipros, una noble
nabatea, es decir, una noble árabe, que le ayudó a ser aceptado por los
nabateos. Su matrimonio le trajo una estrecha amistad con el rey Aretas III,
con el que estaba emparentada Cipros. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Fasael,
Herodes, José, y Feroras, y una hija, Salomé.
Antípatro sentó las bases para la
ascensión de Herodes al trono de Judea, en parte a través de sus actividades en
la corte de los asmoneos, y en parte por congraciarse con los romanos, que
estaban convirtiéndose en el poder dominante en la región por esta época.
La razón por la que Antípatro protegía a
Hircano II era porque temía que el rey Aristóbulo pudiera relevarle de su cargo.
Antípatro era conocido como hombre sedicioso y conflictivo, y explotó la débil
voluntad de Hircano, en aras de su ambición.
Cuando Hircano fue derrotado por su
hermano, éste decidió retirarse de la vida pública, pero Antrípatro le persuadió
para pelear contra su hermano por sus derechos, e incluso le convenció de que
su hermano menor quería matarle.
Luego intervino para que Hircano buscara
la protección del rey árabe Aretas III de Petra. Ambos atacaron a Aristóbulo en
Jerusalén, lo que llamó la atención del magistrado romano, Pompeyo, asignado a
la provincia oriental del Mediterráneo.
Pompeyo y su lugarteniente Escauro se
inclinaron inicialmente a favor de Aristóbulo, cuando los hermanos llevaron su
caso adelante, les ordenó esperar. Aristóbulo, impaciente, provocó una ofensa
política que llevó a Pompeyo a apoyar a Hircano, quien fue restablecido como
sumo sacerdote, pero no, así como rey. Judea pasó a ser en realidad un
protectorado de Roma.
Posteriormente el hijo de Aristóbulo
llamado Alejandro protagonizó una revuelta para derrocar a Hircano II; aunque
inicialmente tuvo éxito, fue derrotado por Aulo Gabinio, procónsul romano de
Siria. Aristóbulo II logró escapar en el 56 a. C. y se enfrentó
infructuosamente a Gabinio, hasta que este marchó a combatir a Egipto en el 56
a. C. Aristóbulo II aprovechó esta situación para derrotar a Hircano II.
De regreso, Gabinio derrotó otra vez a
Aristóbulo II, pero a partir de allí el poder político de Hircano II fue
meramente nominal y Antípatro de Idumea fue el verdadero jefe de gobierno a
órdenes de los romanos. El país fue dividido en cinco territorios
administrativos. Así el sagaz padre de Herodes se hacía del control y poder,
haciendo a un lado al rey legítimo Hircano II, quien, además, se reveló
ineficaz como administrador y recaudador de impuestos, por lo que Antípatro fue
capaz de ganar una posición de influencia ejerciendo la autoridad que
pertenecía a Hircano. Antípatro reconoció el crecimiento del dominio romano en
la región, y la explotó en su favor.
Cuando el general Pompeyo (106-48 a. C.)
invadió la región de Palestina en el año 63 a. C., el hábil Antípatro apoyó al
ejército invasor e inició así una larga y estrecha relación política con Roma
que, no solo traería beneficios para él, sino también para su familia,
incluyendo a Herodes.
Por su
lealtad a Roma y su fiabilidad como estadista fue colocado a cargo de Judea,
con responsabilidades y privilegios que incluían la mediación en los disturbios
civiles y la recolección de impuestos.
Con Hircano II establecido, Antípatro
prosperó, y sentó las bases para lograr el éxito de su familia, moviéndose
entre la élite romana. Cuando Julio César y Pompeyo lucharon en la guerra civil
en Egipto, Pompeyo fue asesinado, y Antípatro prestó su apoyo a César. Mientras
César sufría el asedio de Alejandría en 47 a. C., Antípatro le rescató con tres
mil hombres. César, en agradecimiento, le elevó a la categoría de ciudadano
romano, libre de impuestos, y le colmó de honores.
Durante ese mismo año Antípatro proclamó
su inquebrantable lealtad a los romanos, y César le nombró primer procurador
romano de Judea. Esta situación permitió a los judíos un grado especial de
protección y libertad para gobernarse.
Josefo señala que Antípatro comenzó
inmediatamente a reconstruir las murallas de Jerusalén que había destruido
Pompeyo.
Por este tiempo llegó el legado decisivo
de Antípatro, ya que hizo gobernador de Jerusalén a su hijo Fasael, y a
Herodes, gobernador de Galilea, al norte de Samaria, entre el mar de Galilea y
el Mediterráneo.
César, nombró a Hircano II como etnarca de
Judea, mientras que mantuvo a Antípatro como ministro principal y a Herodes,
hijo de Antípatro, como "estratega" de Galilea. César trataba de organizar el estado para
contraatacar a los partos.
Tras el asesinato de Julio César en el 44
a. C., Antípatro fue obligado a ponerse del lado de Casio contra Marco Antonio.
Cuando Casio llegó a Siria para reunir tropas, comenzó a exigir duros tributos.
Casio pidió setecientos talentos a Judea, cuyo coste repartió Antípatro entre
sus hijos. Un aristócrata llamado Malico fue el encargado de la recaudación. Sin
embargo, Malico despreciaba a Antípatro, y deseaba su asesinato, que intentó en
varias ocasiones, hasta que consiguió que los coperos de Hircano le
envenenaran.
Después de las batallas entre los enemigos
de César y el segundo triunvirato resultando éstos últimos victoriosos en el 41
a. C., Marco Antonio designó a Fasael y Herodes, los hijos de Antípatro, como
etnarcas, con lo cual liquidó toda función de Hircano II que no fuera la de
Sumo Sacerdote.
En el 40 a. C., los partos ocuparon Judea
e instauraron a Antígono Matatías como rey y sumo sacerdote. Fasael fue muerto,
Herodes huyó a Roma e Hircano II sufrió la amputación de las orejas. Pero en el
año 37 a. C. el gobernador romano de Siria logró derrotar a los partos y en
junio de ese año tomó Jerusalén, durante su estancia en Roma Herodes convenció
al Senado de sus intenciones sinceras a
favor de Roma, finalmente fue nombrado como rey de los judíos por
el Senado provocando el rechazo de muchos judíos de la época debido a su
participación con el poder Romano, ya en el trono logró que Marco Antonio
ordenara la ejecución de Antígono Matatías y se apresuró a nombrar a Hircano
como su consejero principal, tras haber contraído matrimonio con Mariamne I,
nieta a la vez de Aristóbulo II y de Hircano II.
Durante la guerra civil entre Octavio
Augusto y Marco Antonio, Herodes tomó partido por éste último y tras su derrota
en 31 a. C., se vio en problemas para mantener su posición ante el vencedor
declarado, Octavio. Entonces logró que el recién nombrado emperador lo
mantuviera, en aras de sostener el poderío romano en Asia, pero vio un peligro
en la posición de Hircano y lo acusó, en 30 a. C., de conspirar contra él junto
con el rey nabateo Malik II y, condenó a muerte a ambos. Luego en el 29 a. C.,
Herodes hizo ejecutar a su noble esposa Mariamne I.
Herodes I gobernó como rey vasallo durante
34 años, aplastando la oposición, mientras iniciaba proyectos de grandes
construcciones, incluyendo el puerto de Cesarea, el Templo de Jerusalén y las
fortalezas de Masada y de Herodión, entre otras. A su muerte su reino fue
dividido por el Emperador Augusto entre sus tres hijos ARQUELAO, HERODES
ANTIPAS y Felipe el tetrarca. Hay que mencionar que fue un hombre cruel y
despiadado, ebrio de poder, viendo enemigos hasta en sus propios hijos, a lo
largo de su vida se dice que Herodes el Grande tuvo al menos ocho esposas,
algunas simultáneas, y 15 hijos. A varios terminó matándolos, misma suerte que
corrió su noble esposa Mariamme I.
Su ilegitimidad dinástica y su
indiferencia religiosa le hicieron impopular entre los judíos, especialmente
frente al partido religioso ortodoxo de los fariseos. Para afianzar su reino se
vio obligado a establecer un régimen basado en el terror, con una persecución
sangrienta de la antigua familia reinante matando casi a todos y confiscando
sus bienes.
En este vídeo encontrarás la investigación completa:
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